Así como pasó en el pasado con otras importantes noticias científicas, el acontecimiento que ocupó toda la atención mediática y especializada hoy ha sido la confirmación del descubrimiento de fosfano o trihidruro de fósforo (PH3) en la atmósfera del “gemelo maligno” de la Tierra, nuestro querido Venus.
El fosfano es un gas incoloro, tóxico y con un olor que podría resultarte desagradable (ajo o pescado podrido). Lo interesante es que es un compuesto que se considera un “Biomarcador”, es decir, una sustancia que podría estar indicando la presencia de algún proceso o estado biológico (microorganismos), y para hacerlo aún más interesante, son poquísimas (dos) las formas que se conocen en que se produce este compuesto:
1. De manera artificial para algunos procesos industriales.
2. Por microbios que prosperan en ambientes sin oxígeno (anaerobios).
Queda claro que en Venus no existen fábricas, así que descartamos la primera opción. Pero antes de dejarnos abrumar por la emoción, es bueno tener en cuenta que los mismos autores de la investigación han pedido mantener la calma, pues se podría estar originando a partir de procesos fotoquímicos o geoquímicos desconocidos hasta ahora por nuestra ciencia, aunque también está la otra opción, la más fascinante: que se trate de algún microorganismo que esté produciendo naturalmente ese fosfano.